Numbers 5
Disposiciones sobre los impuros
1Habló Yahvé a Moisés, diciendo: 2“Manda a los hijos de Israel que alejen del campamento a todo leproso, y a todo aquel que padece flujo, así como a todo manchado por un muerto. 3Alejad tanto a hombres como a mujeres, echadlos fuera del campamento para que no contaminen los campamentos de aquellos en medio de quienes Yo habito.” 4 ▼▼4. La ausencia del campamento se extendía por todo el tiempo durante el cual se mostraba la enfermedad o impureza. Como paralelo tenemos en el Nuevo Testamento el caso del incestuoso de Corinto, que por San Pablo fue excluido de la comunidad cristiana hasta que diera pruebas de arrepentimiento (I Corintios 5, 1 ss.).
Así lo hicieron los hijos de Israel, y los echaron fuera del campamento. Según Yahvé había mandado a Moisés, así lo hicieron los hijos de Israel. Restitución de bienes
5Yahvé habló a Moisés, diciendo: 6 ▼▼6 ss. Véase capítulos 5 y 6 del Levítico.
“Di a los hijos de Israel: Si un hombre o una mujer cometiere cualquier pecado de los que suelen cometer los hombres, ofendiendo a Yahvé, téngase por culpable, 7confiese el pecado cometido y restituya íntegramente aquello en que haya delinquido, añadiendo un quinto; lo restituirá a aquel contra quien se hizo culpable. 8Si este ya no tiene pariente a quien se podría restituir el objeto de delito, la restitución del mismo ha de hacerse a Yahvé (y será entregado) al sacerdote, además del carnero expiatorio con que se hará la expiación por el culpable.” La porción de los sacerdotes
9 ▼▼9 s. Véase Éxodo 29, 24; Levítico 7, 30; 7, 34 y notas.
“Toda ofrenda alzada de todas las cosas santificadas que los hijos de Israel presentaren al sacerdote, a este pertenecerá. 10Las (demás) cosas ofrecidas por cualquier persona pertenecen a esta; mas lo que uno da al sacerdote, a este le pertenecerá.” El sacrificio de los celos
11Habló Yahvé a Moisés, diciendo: 12 ▼▼12 ss. El sacrificio de los celos, que había de ofrecerse cuando una mujer casada era sospechosa de adulterio, es una muestra de cuánto apreciaba la Antigua Ley la conservación de la castidad conyugal. Solo en casos muy graves había de realizarse este sacrificio, que constituye una especie de juicio de Dios, y un procedimiento de fortísima eficacia para averiguar la culpabilidad o inocencia de la mujer acusada, sometiéndola a los más terribles castigos en caso de ser cierta la infidelidad. La Historia sagrada no relata ningún caso de este sacrificio; es, pues, de suponer que la infidelidad de la mujer israelita era sumamente rara. Recurrir al juicio divino a fin de aclarar un asunto jurídico o moral, no era extraño a los pueblos antiguos. En Babilonia la mujer sospechada de adulterio tenía que echarse al río (Ley de Hammurabi). Si se salvaba de las aguas, probaba con ello su inocencia. Cf. la “prueba del agua” y otras ordalías empleadas en la Edad Media. Un sabio consejo para no ser celoso se nos da en la Biblia: “No seas celoso de tu querida esposa para que no se valga de las malas ideas que tú le sugieres” (Eclesiástico 9, 1).
“Habla a los hijos de Israel y diles: Si la mujer de un hombre fornicare, cometiendo contra él infidelidad, 13y otro hombre se acostare con ella en relación carnal, sin saberlo el marido y quedando el hecho oculto —porque cuando ella se mancilló no hubo testigo contra ella, ni fue sorprendida— 14si viniere sobre el (marido) espíritu de celos, de modo que tenga celos de su mujer, porque ella se ha mancillado, o si viniere espíritu de celos sobre él, de modo que tenga celos de su mujer, sin que ella se hubiese mancillado; 15 ▼▼15. Un décimo de efa. El efa tenía 36 litros.
entonces ese hombre llevará a su mujer al sacerdote, ofreciendo por ella, en oblación, un décimo de efa de harina de cebada, sin derramar aceite encima, ni poner sobre ella incienso; porque es ofrenda de celos, ofrenda de recuerdo, que trae el pecado a la memoria. 16Luego el sacerdote hará que (la mujer) se acerque, y la colocará delante de Yahvé. 17 ▼▼17. Agua santa: agua que se usaba en el Santuario. No había agua bendita como hoy día en las iglesias.
Y tomará el sacerdote agua santa en una vasija de barro, y polvo del suelo de la Morada, y lo echará en el agua. 18 ▼▼18. La ofrenda de recuerdo: a fin de que la mujer se acuerde de su pecado, o para que Dios tenga presente el crimen de la mujer adúltera para castigarla.
El sacerdote, después de mandar que la mujer se ponga de pie delante de Yahvé, soltará la cabellera de la mujer, y pondrá en sus manos la ofrenda de recuerdo, que es la ofrenda de los celos, teniendo él en su mano el agua amarga que acarrea maldición. 19Y conjurará el sacerdote a la mujer diciendo: Si no se ha acostado contigo ninguno, y si no te has descarriado contaminándote con quien no es tu marido, no te hará daño esta agua amarga que acarrea maldición. 20Mas si te has descarriado con quien no es tu marido, y te has contaminado acostándose contigo algún hombre, que no sea tu marido, 21entonces el sacerdote conjurará a la mujer con juramento de maldición, y le dirá: “¡Que te ponga Yahvé por ejemplo de maldición e imprecación en medio de tu pueblo, y haga Yahvé que enflaquezcan tus caderas y se hinche tu vientre! 22 ▼▼22. Con el “Amén” confirma la mujer la imprecación del sacerdote. Aquí aparece en la Biblia por primera vez la voz “Amén”, palabra con que la Iglesia concluye todas las oraciones. Su significado es “Verdad”, y su sentido “cúmplase lo dicho”. Es la más breve oración, por medio de la cual el pueblo se acoge a la oración de la Iglesia en una continua invocación de la divina misericordia.
¡Entre en tus entrañas esta agua que acarrea maldición, para que se hinche tu vientre y enflaquezcan tus caderas!” Y dirá la mujer: “¡Amén amén!” 23 ▼▼23 s. La mujer ha de beber el juicio de Dios. San Pablo alude a esta idea en I Corintios 11, 29, donde habla de los que comulgan indignamente y dice: “El que come y bebe, no haciendo distinción del Cuerpo (de Cristo), come y bebe su propio juicio”.
Luego el sacerdote escribirá estas maldiciones en un rollo y las desleirá en las aguas amargas. 24Y hará beber a la mujer el agua amarga que acarrea maldición; y penetrará en ella el agua de maldición para serle amarga. 25Después tomará el sacerdote de mano de la mujer la oblación de celos, la mecerá ante Yahvé, y la presentará delante del altar. 26Y tomando de la oblación un puñado como ofrenda de recuerdo, lo quemará en el altar; después dará de beber a la mujer el agua. 27Dándosele a ella el agua sucederá que si ella se ha deshonrado, siendo infiel a su marido, en tal caso penetrará en ella el agua de maldición para serle amarga; y se le hinchará el vientre y enflaquecerán sus caderas, de modo que aquella mujer será una execración en medio de su pueblo. 28 ▼▼28. Tendrá hijos: De aquí se deduce que las maldiciones de los vv. 21 y 22 acarreaban a la culpable, enfermedades y esterilidad.
Pero si la mujer no se ha mancillado, siendo pura, quedará ilesa y tendrá hijos.” 29Esta es la ley de los celos, cuando una mujer se ha descarriado contaminándose con quien no es su marido; 30o cuando sobre un hombre viene espíritu de celos, de modo que tenga celos de su mujer: presentará a la mujer ante Yahvé, y el sacerdote hará con ella según toda esta ley. 31 ▼▼31. Pagará su iniquidad, ya con el cumplimiento de las maldiciones, ya con la muerte (véase Levítico 20, 10 y Deuteronomio 22, 22). Meditemos, frente a esto, los excesos de la misericordia de Jesús en el episodio de la mujer adúltera (Juan 8, 1-11).
El marido quedará así libre de culpa, pero la mujer pagará su iniquidad.”
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