‏ Psalms 44

Epitalamio del Rey Mesías

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1. Los LXX y la Vulgata dicen en el epígrafe: Para aquellos que han de ser mudados, es decir, según S. Jerónimo, los santos, los cuales —dice San Atanasio y San Cirilo— serían tanto del judaísmo como de la gentilidad (cf. I Corintios 15, 51 s.; I Tesalonicenses 4, 16 s., texto griego). Otros leen Azucenas de la Ley como en el Salmo 79, 1 (cf. nota). Es este Salmo proféticamente mesiánico. De ahí el título: Canto de amor, o Cántico al Amado (San Jerónimo). Es de notar que, según San Roberto Belarmino y otros, este Salmo sería de David, no obstante hallarse incluido en la colección atribuida a los Coreítas, así como sabemos que el Salmo 2, tenido por anónimo, es también del Rey Profeta, porque así se declara en Hechos 4, 25. Describe a “Cristo como Rey” que se presenta en gloria y majestad (versículo 4), y luego su esposa la reina en toda su hermosura. La interpretación rabínica vio en ella la figura de Israel elegida de entre los pueblos como esposa de Dios, idea por lo demás común entre los profetas (Oseas 2, 16 y 19; Isaías 50, 1; Ezequiel 16, 8), así como vio en el Rey al futuro Mesías. La tradición cristiana es unánime en reconocer en este excelso Personaje a Cristo como Rey triunfante en el día de su advenimiento, cosa que, como dice San Agustín, solo por ignorancia crasa podría desconocerse, ya que la Carta a los Hebreos cita expresamente los versículos 7 y 8 como dirigidos a Jesús por su Eterno Padre (Hebreos 1, 8). Por aquí vemos que así como en muchos otros Salmos habla Cristo, cuya oración se nos revela como un divino secreto, por boca del salmista que vivió mil años antes, así también se nos descubre aquí el infinito amor del Padre celestial a su Verbo encarnado, a quien alaba y anuncia su triunfo en lenguaje de un lirismo incomparablemente sublime. El testimonio de San Pablo basta para no detenerse en atribuir a este Salmo, como algunos han hecho, un puro sentido histórico, relativo tal vez a las bodas de Salomón con la hija del Faraón de Egipto, si bien esta conjetura, como ubicación del Salmo o como fondo histórico de una gran parábola contenida en él, puede ayudar para la interpretación profética de algunos pasajes aún misteriosos (cf. versículo 11 y nota). A este respecto Fillion, recordando a Vigouroux, expresa que no vacila en ver en este admirable Salmo, “lo mismo que en el Cantar de los Cantares, una especie de parábola, como las del festín de las bodas en el Evangelio (Mateo 22, 2-4), de las vírgenes prudentes y las vírgenes necias (Mateo 25, 1-13)”, es decir, una enseñanza que, sin expresar necesariamente hechos reales, contiene la revelación de verdades espirituales o proféticas, o de ambas a un tiempo. Y en verdad bien parece que si así no fuera, tanto aquí como en el Cantar, ni la Sinagoga, ni San Pablo que lo cita, habrían mirado como poema sacro, digno del Salterio, un epitalamio que ni siquiera mencionase al pueblo santo y fuese simplemente el desmedido elogio de un hombre (¿y de cuál?), cosa nada frecuente en la Biblia. En la Reina (cf. versículo 10), sin perjuicio de lo antes indicado (cf. Salmo 43, 13 y nota), aparece sin duda la Iglesia Esposa, el día de sus bodas con el Cordero (cf. Apocalipsis 19, 7 s.; 21, 9). En realidad la Iglesia de los Hechos era el Israel de Dios (Gálatas 6, 16), formada en Pentecostés de puros judíos fieles que constituían el resto de Israel (Romanos 9, 27 ss.), y extendida durante el tiempo de los Hechos con muchos gentiles injertados en el olivo de Israel (Romanos 11, 16 ss.), que luego cambió en la medida que la salvación fue enviada directamente a los gentiles. Si consideramos la profecía de San Pablo sobre el retorno de Israel (Romanos 11, 25 s.), olivo castizo (Jeremías 11, 16; Oseas 14, 6), no hay dificultad en identificar con ello a la Iglesia Esposa, a la cual según el Apocalipsis le será dado para sus bodas con el Cordero vestirse de blancura y esplendor (Apocalipsis 19, 7-9) como la novia que aquí vemos. San Bernardo se complace en ver aquí a la Virgen María a quien la Liturgia aplica a menudo, por acomodación, pasajes de este Salmo como lo hace también a muchas santas (cf. las Misas “Dilexisti” y “Vultum tuum” del Común de Vírgenes, cuyos introitos, gradual, ofertorio, etc., están formados por versículos de este Salmo, algunos de los cuales literalmente tratan de Cristo, como el 1, 3, 5, 8, etc.).
Al maestro de coro. Sobre el tono de “Schoschannim” (“Las azucenas”). De los hijos de Coré. Maskil. Canto de amor.
2De mi corazón
desbordan faustas palabras,
hablo de lo que hice para el rey,
mi lengua es pluma de ágil escriba.
3
3. Cuadro de Cristo pintado por el mismo Dios. Nótese el contraste entre este Cristo triunfante y el doliente que pinta Isaías en su primera venida (Isaías 53, 2). Cf. el retrato del Esposo en el Cantar de los Cantares (Cantar de los Cantares 5, 10-16), libro para cuya interpretación se ha visto la llave en este misterioso Salmo, si bien hay que reconocer que ambos nos ocultan aún muchos arcanos de orden profético, que en su tiempo serán descubiertos. Véase la introducción al Cantar. “La gracia derramada en sus labios” son sus palabras. Por eso dice San Agustín que el Evangelio es la boca de Cristo. Cf. Lucas 4, 22; Juan 1, 17.
Eres más hermoso
que los hijos de los hombres;
la gracia se ha derramado en tus labios,
pues Dios te ha bendecido para siempre.
4
4 ss. Sobre estos atributos esplendorosos del León de Judá triunfante (Apocalipsis 5, 3; 19, 11 ss.), véase los Salmos 2, 9A, 9B, 46, 71, 92, 95, 98, 109, 147; Isaías 9, 6; 11, 1 ss., etc., y la Liturgia de Cristo Rey y del tiempo de Adviento. El versículo 6 indica, como en Salmo 109, 6, el día de la venganza contra “los enemigos del Rey”: Cf. versículo 10 y nota; Lucas 4, 19; Isaías 61, 1 ss.
Oh poderoso,
ciñe a tu flanco tu espada
en tu gloria y majestad.
5
5. Esto es por la verdad desconocida (algunos vierten: cabalga sobre la palabra de la verdad ) y por la justicia oprimida. Desnoyer traduce: por la virtud infortunada. Para ello cabalgará victorioso (Apocalipsis 19, 11-21) y realizará formidables hazañas. Cf. Salmos 71, 12 ss.; 109, 6; Isaías 11, 4 ss., etc.
Cabalga, victorioso,
por la verdad y por la justicia,
y tu diestra te mostrará
hazañas formidables.
6Agudas son tus flechas,
los pueblos caerán debajo de ti;
desfallecidos caerán los enemigos del rey.
7
7. Obsérvese que aquí y en el versículo 8 el Mesías es llamado Dios y que San Pablo utiliza este versículo en Hebreos 1, 8-9, para demostrar la superioridad de Cristo sobre los ángeles, siendo también uno de los textos citados en la Encíclica “Quas Primas” de Pío XI acerca de la dignidad de Cristo Rey. Sobre el cetro o vara cf. Salmos 2, 8 s.; 109, 2; Isaías 9, 6; 11, 1-4; Daniel 7, 14, etc.
Tu trono, oh Dios, es por los siglos
y para siempre;
el cetro de tu reino es vara de justicia.
8
8. Detestas: Cf. Salmo 138, 21 s. y nota. Esto explica la implacable antinomia que vemos por ej. en el Magníficat, según el cual, a la misericordiosa exaltación de los que menos la pretenderían, seguirá la más tremenda confusión de todos los soberbios (cf. Salmo 109, 5 s.). Oh Dios, el Dios tuyo te ungió: Como observa Dom Puniet, este pasaje es paralelo al de 109, 1: “Dijo Yahvé a mi Señor: siéntate a mi diestra”, que San Pablo cita en Hebreos 1, 13, esto es a continuación del versículo 7 (cf. nota anterior). Así lo entendió también San Jerónimo, al decir que el primero de los dos Nombres divinos está en vocativo y el segundo en nominativo. Varios autores modernos, considerando esto incompatible con el sentido histórico que atribuyen al Salmo como escrito para alguno de los reyes de la familia davídica, se esfuerzan en poner el primer Elohim con minúscula, o suponerlo en genitivo, y en aplicar el segundo al Padre, como si allí se dijese: “Yahvé, tu Dios”. Todo ello no solucionaría la dificultad, pues siempre quedaría en pie la afirmación de que el trono de este Rey subsistirá eternamente (versículo 6), cosa que por otra parte se repite mucho en Salmo 71; en 92, 2, etc., y en tantos pasajes de los profetas (cf. Isaías 32, 1) y que no puede explicarse de ningún rey, aunque fuese davídico. Es de agregar que entonces quedaría más oscura la atribución no davídica de este Salmo (cf. versículo 9 y nota; Salmo 41, 1 y nota), siendo además difícil suponerlo dirigido históricamente a ningún rey posterior a Salomón, después de verse caer las grandes esperanzas puestas en este, y dividido su reino (cf. Salmo 71, 5 y nota). Acerca del “trono y reino” aquí anunciados (versículo 7) dice Ubach que se manifestarán esplendorosamente en el momento del juicio universal y perdurarán para siempre. “Con óleo de alegría”: Esa alegría de Cristo, superior a toda otra, es la misma que Él nos ofrece desde ahora como un bálsamo divino que, viniendo del Padre y pasando por Él, se derrama sobre nosotros. Cf. Juan 15, 11; 16, 24; 17, 13 y 24.
Tú amas la justicia
y detestas la maldad;
por esto, oh Dios, el Dios tuyo te ungió,
entre todos tus semejantes,
con óleo de alegría.
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9. La mirra , etc., recuerda el exquisito aroma que exhala desde el principio el Esposo del Cantar (Cantar de los Cantares 1, 3). Los palacios de marfil son mencionados en la Biblia con respecto a Samaria (cf. III Reyes 22, 39; Amós 3, 15), la capital del Israel del norte, cuya reunión con Judá anunciaron los profetas (cf. Ezequiel 37, 15 ss.; Isaías 11, 12, etc.). Donde te alegraron (algunos añaden: las cítaras): “¿Dónde lo alegraron a este Rey triunfante sino en los palacios de su Padre que le sentó a la diestra y le hizo Señor después de sacarlo del sepulcro?” Cf. Hechos 2, 23 y 36.
Mirra y áloes y casia exhalan tus vestidos
desde los palacios de marfil
donde te alegraron.
10
10. Hasta aquí el salmista habla al Esposo, pues la reina es mencionada en tercera persona y solo en el versículo 11 habla con ella. Las hijas de reyes que vienen al encuentro del Esposo parecen formar el cortejo de la esposa (cf. versículo 15; Cantar de los Cantares 6, 8 s.; Mateo 25, 1; I Tesalonicenses 4, 16 s.). A tu diestra... la reina: En sentido literal véase versículos 1 y 11 y el elogio de la esposa en Cantar de los Cantares 4 y 6. Cf. III Reyes 2, 19. En cuanto al sentido acomodaticio, observa Fillion que este Salmo es recitado en todas las fiestas de María, y Grignion de Montfort, recientemente canonizado, piensa que, en la segunda venida de Jesús, María a quien mira como la primera coronada en el Reino de Cristo triunfante (cf. 5° misterio del Rosario), ha de ser un medio “para que los hombres amen y conozcan a su divino Hijo”, y entonces “la llamarán dichosa todas las generaciones” (Lucas 1, 48). Vestida de oro: Véase versículo 10. Ofir, es nombre de un nieto de Éber (Génesis 10, 29) y señala un país no ubicado hoy con certeza, probablemente la costa oriental de África. De él hacía traer Salomón el oro más precioso (cf. III Reyes 9, 28 y nota). En Isaías 13, 12 (texto hebreo) vuelve a mencionarse este oro al hablar de los grandes acontecimientos del gran día del Señor, día de la venganza contra los enemigos del Rey, aludidos aquí en el versículo 6.
Hijas de reyes vienen a tu encuentro;
a tu diestra está en pie la reina,
vestida de oro de Ofir.
11
11. Oye, hija, etc.: No puede dudarse que esta es la misma esposa y reina del poema. En el fondo histórico es fácil comprender el consejo dado a una princesa extranjera de que olvide su pueblo y su casa para seguir al esposo. En el terreno profético si bien, como dice Desnoyers, “todo lo que concierne a la nueva esposa, se presenta en un texto mal conservado, difícil, y las interpretaciones son sumamente diversas”, Vaccari muestra con claridad, en la reina y sus damas respectivamente, a Israel y las naciones (versículos 1 y 10), y recuerda las bodas del Mesías con la nación regenerada, “compuesta de una parte elegida de Israel y de las naciones convertidas al Evangelio”. Un piadoso comentarista anónimo del siglo XVIII, autor de ocho tomos sobre los Salmos, aplica las palabras olvida a tu pueblo, etc., a la conversión de Israel, diciéndole: “Olvida la sinagoga… Desecha el vano temor de desobedecer a Moisés. Él no escribió sino para anunciar al Mesías” (cf. Génesis 12, 1; Hechos 21, 20 s.; Romanos 11, 25 s.). Callan dice que “debemos entender por la esposa a la Iglesia del Antiguo Testamento, traída a perfección por su unión con Cristo”. Dom Puniet menciona aquí el texto de Oseas 2, 13-20. En cuanto a los que dicen simplemente que se trata de Israel hecha universal en la Iglesia actual, ello parece más bien cortar la dificultad que resolverla, pues la nación israelita, lejos de continuar hoy como pueblo escogido, fue rebelde y rechazada (cf. Isaías 54, 1 y nota), y a raíz de ello San Pablo anunció el envío de la salvación a los gentiles, a quienes explayó el misterio del Cuerpo místico (Hechos 28, 25 ss. y notas), como designio que había estado oculto desde toda la eternidad, es decir, ajeno a la vocación de Israel (Efesios 3, 9; Col. 1, 26; cf. Hebreos 8, 4 y nota). Es este uno de esos puntos interesantes y misteriosos sobre los cuales, como lo señala el Pontífice Pío XII, “se puede y debe ejercer libremente la agudeza e ingenio de los intérpretes católicos”, los cuales “en manera alguna deben arredrarse de arremeter una y otra vez en las difíciles cuestiones todavía sin solución” (Encíclica “Divino Afflante Spiritu”).
Oye, hija, y considera; aplica tu oído;
olvida a tu pueblo
y la casa de tu padre.
12
12 s. Texto incompleto, diversamente vertido. Tu Señor: hebreo Adonai, tu dueño, como Esposo. Por eso: inclínate ante Él (cf. III Reyes 1, 16), y, entonces, ante ti se inclinará, etc. (versículo 13). Así Calès, Ubach, etc. Otros traducen: si Él es tu Señor te servirán, etc. El sentido, como anota el nuevo Salterio Romano, es que la esposa se entregue toda al Rey, de donde ella misma recibirá honores. Aun la rica Tiro, la rival de Jerusalén, y que se alegró de su ruina (Ezequiel 26, 1 y nota), vendrá simbolizando el homenaje de todas las naciones. Tu favor: literalmente: tu faz.
El rey se prendará de tu hermosura;
Él es tu Señor: inclínate ante Él.
13Ante ti se inclinará
la hija de Tiro con dádivas,
y los más ricos de la tierra
solicitarán tu favor.
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14. La hija del rey: Se supone que es la misma reina del versículo 10. Entra: Así lee el nuevo Salterio Romano, lo cual parece una acertada aclaración de este texto oscuro, pues la lección adentro se atribuye a error de copista y choca con el contexto, ya que la reina no está aún en el interior, sino que precisamente se indicaría aquí su ingreso, con bellas vestiduras (cf. Apocalipsis 19, 8), en el palacio del Rey, al cual entran también tras ella sus amigas (versículos 15-16). Cf. Salmo 101, 17 y nota. Otros leen: bajo sus joyas (Calès), o, en corales (Wutz, Ubach), o, perlas engastadas en oro son sus vestidos.
Toda hermosa entra la hija del rey,
vestida de tela de oro.
15
15. Detrás de ella: Variante adoptada por las mejores versiones en vez de con él o del dativo a ti, que chocaría con la mención del Rey en tercera persona, que hace el versículo 16. Las vírgenes, etc.: Las naciones amigas de Israel. Cf. Mateo 25, 32 y 41; 10, 42.
Envuelta en manto multicolor
es llevada al rey;
detrás de ella son introducidas a ti,
las vírgenes, sus amigas;
16son conducidas alegremente y, dichosas,
entran en el palacio del rey.
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17. Algunos (cf. Dom Puniet) consideran que este final va dirigido a la esposa, a quien se prometería hijos en lugar de sus padres que debió abandonar (versículo 11) por seguir al Esposo. En lugar de sus padres ingratos tendrá hijos fieles y la promesa de Éxodo 19, 6 será reiterada en I Pedro 2, 9. Cf. Romanos 11, 25 s. Sin embargo, casi todos lo refieren al Rey Mesías. En el lugar de sus padres según la carne (Romanos 9, 3), esto es, Abrahán y los patriarcas y el mismo rey David, estarán aquellos príncipes que “formarán la más augusta de las prosapias reales” (cf. Mateo 8, 11 s.), y Él “repartirá entre ellos el gobierno del mundo, puesto que su reino es universal (Apocalipsis 1, 6)” (Fillion). Cf. Lucas 19, 17 ss.; Apocalipsis 5, 10 y 20, 6.
Tus hijos ocuparán
el lugar de tus padres;
los establecerás príncipes
sobre toda la tierra.
18
18. Haré tu nombre memorable: Así dice el Texto Masorético como si hablase aquí el salmista aludiendo a que su poema será para ello un monumento “aere perennius”, con harto mayor motivo que los del pagano Horacio. No debemos olvidar que, como vimos en el versículo 1, es el divino Padre en persona quien, habla aquí por boca del salmista. Muchos traductores optan sin embargo por el plural, “recordarán”, según los LXX y otras versiones, en cuyo caso aludiría directamente al alcance universal de la alabanza. Cf. Salmos 21, 31; 71, 11 y 17; Malaquías 1, 11 ss.
Haré tu nombre memorable
de edad en edad;
sí, los pueblos te ensalzarán
por los siglos de los siglos.
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