Revelation of John 18
Anuncio del castigo de Babilonia
1Después de esto vi cómo bajaba del cielo otro ángel que tenía gran poder, y con su gloria se iluminó la tierra ▼▼1 ss. En su estilo este anuncio se parece a los de los profetas antiguos contra Babilonia (cf. Is. caps. 13 y 14; 21, 9; Jr. caps. 50 y 51). Véase en la nota al Sal. 137, 8 los muchos paralelismos entre ambas Babilonias.
. 2Y clamó con gran voz diciendo: “Ha caído, ha caído Babilonia la grande, y ha venido a ser albergue de demonios y refugio de todo espíritu inmundo y refugio de toda ave impura y aborrecible ▼▼2. Véase 14, 8; Is. 13, 21; 21, 9; 24, 11 ss.; Jr. 50, 39; 51, 8.
. 3Porque del vino de su furiosa fornicación bebieron todas las naciones; con ella fornicaron los reyes de la tierra y con el poder de su lujo se enriquecieron los mercaderes de la tierra” ▼▼3. Véase 17, 2; Jr. 51, 7. Reyes y mercaderes: cf. vv. 9 y 11.
. La caída de Babilonia
4Oí otra voz venida del cielo que decía: “Salid de ella, pueblo mío, para no ser solidario de sus pecados y no participar en sus plagas ▼▼4 s. Salid de ella: la orden recuerda los pasajes que se refieren a la Babilonia histórica en Is. 48, 20; Jr. 50, 8; 51, 6 y 45; Za. 2, 7. Pirot señala un paralelismo con Jerusalén en Mc. 13, 14; Mt. 24, 16. Como observamos al comentar esta expresión en Is. 48, 20, con la caída de Babilonia debía empezar la redención del pueblo judío, que entonces solo fue imagen de la que había de traer Jesucristo (Lc. 21, 28; cf. Ne. 9, 37 y nota). La salida de los judíos fue pacífica por la merced de Ciro (Esd. 1, 1 ss.), que en la profecía es figura de Cristo y fue anunciado dos siglos antes para ser el restaurador de Israel (Is. 44, 28; 45, 1 ss.; cf. 2 Cro. 36, 23; Jr. 25, 11; 29, 10). En cuanto al alcance de aquel anuncio según el cual Babilonia “será barrida con la escoba de la destrucción” (Is. 14, 23 texto hebreo), observa Schuster-Holzammer que los datos modernos han rectificado la antigua opinión, pues cuando Naboned se rindió al conquistador Ciro este lo trató con toda suerte de consideraciones, y añade: “Nada dice la Sagrada Escritura de la toma de Babilonia. Efectuose —contra lo que antes se creía— sin resistencia y sin espada, con sorprendente rapidez, al mando de Ugbaru (Gobryas), gobernador de Gutium. Ciro, que entró en Babilonia tres meses más tarde, perdonó a la ciudad y adoró a los dioses, tomó el título de “rey de Babilonia” y puso de gobernador de ella (¿virrey?) a Ugbaru”. Vemos, pues, la perfecta coincidencia entre S. Juan e Isaías el gran profeta que “consoló a los que lloraban en Sión y anunció las cosas que han de suceder en los últimos tiempos” (Si. 48, 27 s. y nota). Históricamente, dice Vigouroux, “Babilonia hasta quedó como una de las capitales del imperio de los persas” y conservó restos de su civilización y monumentos “más allá aún de la era cristiana”. La Basílica de S. Pedro, dice el profesor H. Mioni, sería casi un pigmeo junto al templo de Baal, que Herodoto asegura tenía en ladrillo 192 metros de altura. Este historiador, que visitó Babilonia en 450 a. C. (un siglo después de Ciro), habla también de sus muros de 200 codos de altura y 50 de espesor, protegidos por 250 torres y 100 puertas de bronce. Pueblo mío: En la ciudad corrompida y en medio de los adoradores de la bestia viven los marcados con el sello del Cordero que, recordando la palabra de Jesús sobre la mujer de Lot (Lc. 17, 32), se guardan de arraigar el corazón en los afectos y respetos humanos. A ellos se dirige esta voz del cielo que, sin duda es la de Jesús, pues Dios Padre es nombrado en tercera persona (vv. 5 y 8). S. Agustín observa que con los pasos de la fe podemos huir de este mundo hacia Dios, nuestro refugio.
; 5pues sus pecados se han acumulado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus iniquidades. 6Pagadle como ella ha pagado; retribuidle el doble conforme a sus obras; en la copa que mezcló, mezcladle doblado ▼▼6. Cf. Jr. 50, 29.
. 7Cuanto se glorificó a sí misma y vivió en lujo, otro tanto dadle de tormento de luto, porque ella dice en su corazón: “Como reina estoy sentada y no soy viuda y jamás veré duelo” ▼▼7. Véase Is. 47, 8, donde Babilonia se jacta de la misma manera. Cf. 3, 17; 17, 6; Bar. 4, 12.
. 8Por tanto, en un solo día vendrán sus plagas: muerte y luto y hambre; y será abrasada en fuego, porque fuerte Señor es el Dios que la ha juzgado” ▼▼8. Será abrasada en fuego: “En el fondo de su simbolismo Juan encierra la idea principal que causa la ruina de la soberbia Babilonia. La pena del fuego (cf. 17, 16; 19, 3) era el castigo reservado por la Ley para el adulterio o la fornicación de carácter sacrílego (cf. Lv. 21, 9)” (Iglesias).
. Lamentaciones de los aliados y mercaderes
9Al ver el humo de su incendio llorarán y se lamentarán sobre ella los reyes de la tierra, que con ella vivieron en la fornicación y en el lujo. 10Manteniéndose lejos por miedo al tormento de ella, dirán: “¡Ay, ay de la ciudad grande de Babilonia, la ciudad poderosa, porque en una sola hora vino tu juicio!” 11También los traficantes de la tierra lloran y hacen luto sobre ella, porque nadie compra más sus cargamentos ▼▼11 ss. Los lamentos de los mercaderes son el retrato de los hombres del mundo. Lejos de llorar la perversidad de la ciudad caída o siquiera compadecer su trágica suerte como hacen los reyes (v. 9), deploran ante todo sus propias pérdidas, porque nadie comprará ya sus mercaderías (v. 11). Su egoísmo no repara en la iniquidad tremendamente castigada por Dios, sino en que ello le trae un lucro cesante. Cf. Ez. 27, 12 ss.
: 12cargamentos de oro, de plata, de piedras preciosas, de perlas, de fino lino, de púrpura, de seda y de escarlata, y toda clase de madera olorosa, toda suerte de objetos de marfil y todo utensilio de madera preciosísima, de bronce, de hierro y de mármol; 13y canela, especies aromáticas, perfumes, mirra, incienso, vino y aceite, flor de harina y trigo, vacas y ovejas, caballos y carruajes, cuerpos y almas de hombres ▼▼13. Cuerpos y almas: Tremendo tráfico que recuerda el de Tiro con los esclavos (Ez. 27, 13), pero al que se añade aquí el de las almas.
. 14Los frutos que eran el deleite de tu alma se han apartado de ti; todas las cosas delicadas y espléndidas se acabaron para ti, y no serán halladas jamás. 15Los mercaderes de estas cosas, que se enriquecieron a costa de ella, se pondrán a lo lejos, por miedo a su tormento, llorando y lamentándose, 16y dirán: “¡Ay, ay de la ciudad grande, que se vestía de finísimo lino, de púrpura y de escarlata, y se adornaba de oro, de pedrería y perlas; 17porque en una sola hora fue devastada tanta riqueza!” Y todo piloto, y todos los que navegan de cabotaje, los marineros y cuantos explotan el mar se detuvieron lejos ▼▼17 ss. Cf. Ez. 27, 29 ss. El humo (la Vulgata dice el lugar). Cf. v. 9.
, 18y al ver el humo de su incendio dieron voces, diciendo: “¿Quién como esta ciudad tan grande?” 19Y arrojaron polvo sobre sus cabezas y gritaron, y llorando y lamentándose, dijeron: ¡Ay, ay de la ciudad grande, en la cual por su opulencia se enriquecieron todos los poseedores de naves en el mar! porque en una sola hora fue desolada”. 20¡Alégrate sobre ella, oh cielo, y vosotros, los santos y los apóstoles y los profetas, pues juzgándola Dios os ha vengado de ella! ▼▼20. Los santos y los apóstoles : (Vulg.: santos apóstoles). Esta invitación al júbilo tiene un eco deslumbrante en 19, 1-7.
El juicio definitivo sobre Babilonia
21Y un ángel poderoso alzó una piedra grande como rueda de molino, y la arrojó al mar, diciendo: “Así, de golpe, será precipitada Babilonia, la ciudad grande, y no será hallada nunca más ▼▼21. Significa la sorprendente rapidez (cf. v. 8) y el carácter irreparable con que será destruida la fortaleza del mundo anticristiano. Véase igual acto en Jr. 51, 63 s., a propósito de Babilonia.
. 22No se oirá más en ti voz de citaristas, ni de músicos, ni de tocadores de flauta y trompeta, ni en ti volverá a hallarse artífice de arte alguna, ni se escuchará más en ti ruido de molino ▼▼22 s. Recuerda ante todo, como dice Pirot, el duro anuncio de Jeremías a Jerusalén (Jr. 25, 10; 7, 34; 16, 9). Cf. Is. 24, 1-13; 47, 9; 23, 8; Ez. 26, 13.
. 23Luz de lámpara no brillará más en ti, ni se oirá en ti voz de novio y de novia, porque tus traficantes eran los magnates de la tierra, porque con tus hechicerías han sido embaucados todos los pueblos. 24Y en ella fue encontrada sangre de profetas y de santos, y de todos los que fueron sacrificados sobre la tierra” ▼▼24. Sangre de santos: cf. 6, 10; 16, 6; 17, 6; 19, 2; Mt. 23, 35 ss.; Jr. 51, 49.
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