‏ Revelation of John 7

Los escogidos son marcados

1Después de esto vi cuatro ángeles que estaban de pie en los cuatro ángulos de la tierra y detenían los cuatro vientos de la tierra para que no soplase viento sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre árbol alguno. 2Y vi a otro ángel que subía del Oriente y tenía el sello del Dios vivo, y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a quienes había sido dado hacer daño a la tierra y al mar
2 ss. Este sello recuerda la orden de Dios dada en Ez. 9, 4. Cf. también 9, 4; 14, 1; 22, 4; Ex. 12, 23; Is. 44, 7. Las cifras 12.000 y 144.000 pueden ser simbólicas, para significar una gran muchedumbre, si bien no podemos asegurarlo, pues, como dice S. Crisóstomo, “cuando la Escritura alegoriza, nos advierte ella misma que alegoriza”. Cf. 21, 16 y nota. No concuerdan los exégetas en la explicación de este pasaje, aunque todos reconocen que el sello es la señal de elección y salvación. La diferencia consiste en puntualizar cuáles sean los salvados y explicar el carácter de su salvación contra las calamidades de la tierra y del mar (cf. 12, 14 ss.). Orígenes cree que se refiere a todos los cristianos, en tanto que otros ven aquí solamente los salvados del judaísmo, los que con la predicación de Elías se convertirán a la fe (Scío, Nácar-Colunga, etc. Véase v. 8; cf. 6, 9 s. y notas; 12, 1 ss.). Tampoco hay unanimidad sobre si los 144.000 de este capítulo son los mismos que los del cap. 14, 3. En general se cree que no, pues de aquellos no se dice que sean de Israel y además aparecen sobre el monte Sión, como quitados de la tierra, en tanto que aquí vemos una escena terrestre. Cf. Hb. 12, 22 ss.
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3y dijo: “No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado a los siervos de nuestro Dios en sus frentes”. 4Y oí el número de los que fueron sellados: ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel
4. Aparecen aquí, primera y última, respectivamente, como abrazando a las demás tribus, las de Judá y Benjamín, que antes formaban juntas el Reino meridional de Judá y que en la visión de Ezequiel ocupan la parte central de la Tierra Santa abrazando entre ambas la porción del príncipe (cf. Ez. 48, 22).
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5de la tribu de Judá doce mil sellados, de la tribu de Rubén doce mil, de la tribu de Gad doce mil
5. La tribu de Judá es la primera nombrada por ser la del Mesías.
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6de la tribu de Aser doce mil, de la tribu de Neftalí doce mil, de la tribu de Manasés doce mil
6. Manasés ocupa aquí el sexto lugar que correspondería a la tribu de Dan. Se trata quizá de un error de copia, pues el v. 4 se refiere a todas las tribus de los hijos de Jacob, y sabemos que Manasés no era hijo sino nieto, y no tendría por qué aparecer aquí, pues ya figura su padre José, ni se explicaría en todo caso su mención sin la de su hermano Efraín. No tiene fundamento serio la antigua creencia de que esta ausencia de la tribu de Dan respondía a que de ella hubiese de salir el Anticristo, pues se apoyaban en textos como Gn. 49, 17 y Jr. 8, 16 que nada tienen que ver al respecto.
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7de la tribu de Simeón doce mil, de la tribu de Leví doce mil, de la tribu de Isacar doce mil, 8de la tribu de Zabulón doce mil, de la tribu de José doce mil, de la tribu de Benjamín doce mil sellados
8. “Todos ellos, dice Jünemann, son israelitas convertidos al fin del mundo y sellados con el martirio y víctimas del Anticristo”. Integrarían así el número de los mártires de 6, 11 y de allí que su elección aquí siga inmediatamente al clamor de aquellos (6, 9), pues se hace antes de los grandes cataclismos (v. 3; cf. 6, 12 ss. y nota). Según esto, a “las reliquias de Israel” o grupo fiel de los hebreos que formaron la Iglesia en sus comienzos (Rm. 11, 5) correspondería también este otro grupo fiel de los últimos tiempos, convertido aquí “por pura gracia” (Rm. 11, 6), quizás antes de la predicación de los dos testigos (cap. 11) y en todo caso antes de la conversión total de Israel (Rm. 11, 25 ss.).
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Los redimidos adoran a Dios y al Cordero

9Después de esto miré, y había una gran muchedumbre que nadie podía contar, de entre todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, que estaban de pie ante el trono y ante el Cordero, vestidos de túnicas blancas, con palmas en sus manos
9. Si los vv. 4-8 se refieren exclusivamente a los salvados del pueblo judío, aquí se alude en cambio a innumerables cristianos que vienen “de todas las naciones”, o sea de la gentilidad, por lo cual los intérpretes refieren a los cristianos todo este capítulo. La Liturgia aplica los vv. 9-12 como Epístola en la Misa de Todos los Santos. Según Tertuliano se trataría de los salvados en tiempos del Anticristo (cf. 12, 6 y 14 y nota a los vv. 2 ss.). Las túnicas blancas y palmas y lo dicho en el v. 19 sobre la tribulación los vincula con los sacrificados de 6, 11, por donde parecería que aquí se ha completado el número que allí se anuncia. No, puede negarse, sin embargo, la concordancia del v. 17 con 21, 4, ni la del v. 15 con 21, 3 y 22, 3 que parecen tener un alcance más general.
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10y clamaban a gran voz diciendo: “La salud es de nuestro Dios que está sentado en el trono, y del Cordero”. 11Y todos los ángeles que estaban de pie alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes cayeron sobre sus rostros ante el trono y adoraron a Dios, 12diciendo: “Amén, la alabanza, la gloria, la sabiduría, la gratitud, el honor, el poder y la fuerza a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén”. 13Y uno de los ancianos, tomando la palabra, me preguntó; “Estos que están vestidos de túnicas blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?” 14Y yo le dije: “Señor mío, tú lo sabes”. Y él me contestó: “Estos son los que vienen de la gran tribulación, y lavaron sus vestidos, y los blanquearon en la sangre del Cordero
14. Cf. 6, 12 ss. y nota. Sobre esta tribulación, véase las palabras de Jesús en su discurso escatológico (Mt. 24, 31). Cf. Dn. 12, 1 y notas.
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15Por eso están delante del trono de Dios, y le adoran día y noche en su templo; y el que está sentado en el trono fijará su morada con ellos. 16Ya no tendrán hambre ni sed; nunca más los herirá el sol ni ardor alguno
16 s. Véase 21, 4; Sal. 22, 2; Is. 25, 8; 49, 10; Jr. 2, 13; Ez. 34, 11 ss. “Jesucristo será su pastor que los llenará de bienes, los apartará de todo mal y los conducirá a la misma fuente de la vida que es la visión pura de Dios” (Scío).
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17porque el Cordero, que está en medio, frente al trono, será su pastor, y los guiará a las fuentes de las aguas de la vida; y Dios les enjugará toda lágrima de sus ojos”.
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